Reynaldo Yunuen Ortega (2022). Las elecciones presidenciales en México. De la hegemonía al pluralismo. 269 págs. Ciudad de México: El Colegio de México. ISBN 978-607-564-317-5.

El libro de Las elecciones presidenciales en México. De la hegemonía al pluralismo es, en mi opinión, una de las obras más consistentes que he leído sobre democratización en México. Si bien el título se refiere a las elecciones presidenciales, la obra va más allá de estas, ya que se trata de un estudio sobre el dilatado proceso de apertura y democratización del régimen desde los años sesenta del siglo pasado hasta hoy.

Es cierto que hay una extensa literatura sobre el proceso de apertura y democratización en México, sin embargo, la mayoría de obras pecan de un excesivo peso descriptivo. Además, incluso las obras ancladas en un marco teórico sólido referido a los procesos de democratización (en sus variantes de liberalización o transición desde regímenes autoritarios, o de consolidación democrática) suelen tomar acríticamente el marco de análisis prestado. El caso del libro de Ortega es diferente no solo por un manejo consistente de los datos electorales, de registros y de opinión disponibles a lo largo medio siglo, sino –sobre todo– por el debate y la tensión que mantiene con los diversos enfoques sobre teorías de la democratización y el caso mexicano. En este sentido, la introducción y el primer capítulo del libro son imprescindibles y, a partir de su lectura, continúa con tres capítulos más y unas conclusiones.

La introducción y el primer capítulo son la piedra angular del libro. En 54 páginas Ortega despliega un marco de análisis certero para la comprensión y el estudio del proceso de democratización en su país. Las primeras páginas (pp. 17-19) son una declaración de intenciones con sus citas de Weber, Mills y, con mayor énfasis, Charles Tilly, del que toma la definición de democracia como régimen de consulta protegida del que se pueden distinguir cuatro dimensiones: la amplitud, la igualdad, la protección y la consulta vinculante.

Con base en ello se señala que el propósito del libro es contestar tres preguntas: ¿cómo se pueden clasificar las elecciones presidenciales?, ¿cuáles son los principales factores que explican el cambio político en México? y ¿cuáles son los principales cambios en el comportamiento electoral? De todas maneras, la pregunta central del libro es la de cuáles son los principales factores que explican el cambio político en México, partiendo de que un proceso de democratización siempre significa una redistribución de poder.

Para responder esta pregunta el libro hace un balance y discute con varias teorías que tratan el tema, a saber, las elitistas y las secuenciales, las propias de las escuelas de la modernización y de la escuela estructuralista. De dicho debate el autor opta por tratar el proceso democratizador mexicano a partir de dos líneas de análisis: una macro y otra meso. La línea macro es la del «modelo del proceso político» inspirado en la obra de McAdam, Tarrow y Tilly (2000), mientras que la meso es la de otorgar un gran énfasis al rol de los partidos políticos como actores que establecen una tarea de interlocución entre colectivos sociales y las élites; entre las diversas élites entre sí, y entre estas últimas con las instituciones que canalizan sus preferencias y que, a su vez, son moldeadas por ellas.

El «modelo del proceso político» es de gran utilidad para este análisis porque integra visiones secuenciales y estructurales, porque señala que en todo proceso de cambio político (ya sea de democratización o de desdemocratización) es necesario, por un lado, incluir actores políticos (generalmente ignorados) como son la insurgencia armada, los movimientos sociales, así como los episodios disruptivos de protesta y agitación. Y es que, precisamente, estos episodios son claves porque dan cuenta de los agravios, las perspectivas y las percepciones de mayorías sociales movilizadas, así como los procesos de alineación de grupos-coaliciones en alguna dirección política. Es más, a partir de estas movilizaciones, se señala que se activan los tres mecanismos de política contenciosa, que son de tipo cognitivo (vinculados a identidades), relacional (en base a los cuales se confeccionan coaliciones) y ambiental, que pueden conducir a la creación de una Estructura de Oportunidades Políticas –entendida en la forma que señala Tarrow– y abren espacios de transformación política.

A nivel meso, Ortega confiere un gran énfasis al rol de los partidos políticos, señalando la relación existente entre los partidos y los episodios de democratización, siguiendo la estela de los estudios de Sartori, Lapalombara y Anderson y, sobre todo, las aportaciones de Martin Shefter, que observa a los partidos como movilizadores ideológicos, que dan fortaleza organizativa a las iniciativas de apertura (o de cierre) de un régimen gracias a los incentivos de solidaridad que generan, a las redes que confeccionan y al rol de los líderes sociales y los empresarios políticos.

A partir de estos cimientos teóricos y analíticos, Ortega va desgranando las causas de la lenta democratización mexicana a través de las nueve convocatorias electorales presidenciales a partir de la tipología que establece V. O. Key. Así, el segundo capítulo analiza las elecciones de 1970, 1976 y 1982, que se califican como de «permanencia». Para ello, en sus páginas se tratan eventos cruciales de la historia política del país, como es la matanza de Tlatelolco de 1968, la aparición de movimientos guerrilleros, las diversas reformas y contrarreformas electorales y la crisis económica de 1982.

Posteriormente, el tercer capítulo trata las elecciones de «conversión», a saber, las de 1988, 1994 y las de 2006, haciendo hincapié en los comicios citados, pero también en «la noche que cayó el sistema», el contexto que precede a las elecciones de 1988 con la escisión del PRI liderada por Cuauhtémoc Cárdenas; el contexto internacional del final de la guerra fría; el nacimiento de una oposición articulada en la izquierda (PRD) y en la derecha (PAN) del PRI; los asesinatos políticos en el bienio de 1993-1994; el estallido del movimiento zapatista, y el proceso de polarización política al final del sexenio de Fox, que deriva en las elecciones de 2006 y la movilización del pejismo.

El cuarto capítulo da cuenta de las elecciones de «realineamiento», exponiendo la crisis de la administración Zedillo, el efecto tequila, las diversas reformas electorales impulsadas por el Ejecutivo (que responden a la presión opositora); las elecciones intermedias en que el oficialismo pierde, por primera vez en la historia, la mayoría legislativa; la construcción (y reconstrucción) de nuevas identidades partidistas opositoras; las primeras elecciones con alternancia (las del 2000) y el voto estratégico de los ciudadanos; las elecciones intermedias de 2009 y 2012; la crisis humanitaria derivada de la «guerra contra el narcotráfico»; las movilizaciones de YoSoy132, y la amplia victoria electoral de AMLO y Morena en 2018.

Así, a través de esta obra, el autor va desgranando su argumento, que él mismo resume en cuatro tesis. La primera es que la democratización en México solo puede comprenderse si se tiene en cuenta la intensa movilización de estudiantes y activistas, pues sin ellas la oposición no hubiera podido presionar al régimen ni las élites gubernamentales hubieran cedido un ápice de su poder. La segunda es que los partidos fueron cruciales para poder encauzar organizativamente y moldear las percepciones y las demandas de los ciudadanos que se sentían agraviados (sobre todo trabajadores y estudiantes) y así mediar con las élites gubernamentales en pos de una transición democrática del sistema. La tercera es que, una vez debilitado el régimen gracias a las movilizaciones y protestas y a nuevas identidades partidarias, la derecha fue mucho más eficaz para captar recursos organizativos y monetarios con los que competir electoralmente contra el PRI. Y la cuarta y última es que todas estas tensiones, dinámicas y mecanismos expuestos se condensaban una vez cada seis años en los procesos electorales presidenciales que, en sí mismos, pueden considerarse «coyunturas críticas».

Para terminar el libro el autor añade unas breves conclusiones donde se hace un repaso de lo arriba señalado, enfatizando la importancia del desarrollo de identidades partidistas, la influencia de actores privados en la política y el peligro que tiene para la democracia un estado disminuido por la globalización.

Salvador Martí i Puig

Universidad de Girona